Escrito por: Luis
Miguel Garate
Episodio: Encuentro Inesperado
Armados y uniformados
entraron con pasos acompasados en una columna recta y luego rodeándome en una
fila de doce; inexpresivos entre la nube de polvo que provocaron al derribar la
puerta. Todos de negro, con máscaras, desplegados como una cortina oscura y
fúnebre.
— ¿qué está pasando
aquí? — inquirí saber en tono amargo. Provocado por la desagradable sorpresa.
Sin respuesta alguna,
en seguida apareció penetrando la cortina con sus ojos frenéticos, cabello
hirsuto, baja estatura y una sonrisa taimada; de negro y sin máscara, luciendo
su banda dorada en la parte superior del brazo derecho que lo distinguía como
el jefe del comando.
— vaya, vaya. Debo
reconocer lo difícil que fue encontrarlo — gruño con su voz grave y vibrante. —
por fin tengo el placer de conocerlo personalmente señor Robinson.
«Pero si ya nos
conocemos» pensé. Antes de responder, él se percató de mi actitud suspicaz.
— Parece sorprendido
— frunció el ceño y aguardo expectante.
— ¿qué hacen aquí?
— ¿acaso no es obvio?
¿Qué pueden hacer el comando de defensa cultural frente al líder que intenta
trastornar nuestro sistema? — No esperó respuesta — ya hemos eliminado a muchos
de sus seguidores, pero al parecer se siguen multiplicando; así que es mejor
arrancar el problema de raíz.
— yo no soy la raíz,
ni mucho menos la simiente.
— eso dicen. Dígame
algo, ¿porque lo hace?
« ¿Acaso no he
expuesto mis razones públicamente? » podría negarme a responder, pero con gusto
lo haría una y otra vez.
— justicia, no de
hombre, sino divina. Aportando al establecimiento de la cultura del Reino, la
misma por la que la tierra gime. Un Reino que no es de este mundo, pero si para
este mundo, y ya son demasiados los años en los que la tierra ha sido privada
de esa cultura.
— ¿un Reino que no es
de este mundo? ¿Algo así como una colonia interestelar? — se burló —jah, es lo
más descabellado que he escuchado en mi vida. ¿Porque no siguieron jugando a
las tribus santas? y dejan de fastidiar con la ficción que intentan vivir.
Extender la cultura
del Reino de Dios.
— Pues para detener
eso es que fuimos formados nosotros —me dirigió una sonrisa burlona.
— vaya, ¿tan seguro
está de eso?
— más de lo que cree.
¿Sabe porque? — baje la mirada solo para disimular la sonrisa de satisfacción
que me causa decírselo. Pero pronto volví a mirarlo fijamente — porque ya está
hecho en la eternidad.
Sus ojos saltaron
levemente y pronto se escondió pusilánime su sonrisa burlona. Los hombres que
formaban la barrera intentaron mirarse los rostros cubiertos, impacientes.
— Pues entonces el
avance de esa cultura seguirá — replico mi verdugo, con un rostro que no dejaba
traducir pensamientos. « ¿Será posible que lo haya entendido? » — pero sin
usted, señor Robinson — escupió al tiempo que levantaba el arma apuntando mi
rostro.
El tiempo insinuó
detenerse, la fila sinuosa de hombres de negro parecían levantar armas,
sincronizados y en cámara lenta, mi corazón no tardó en acelerarse y el
ambiente se impregnó de un olor a muerte. Pero una repentina seguridad invadió
mi mente, entendiendo por fin lo que estaba pasando.
— mi hora todavía no
ha llegado, señor Prestom. Todavía hay una cosa que puedo hacer para continuar
— dije al tiempo que le dedicaba una sonrisa.
— ¿cuál cosa?
— despertar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario